¡Huye! Me gritó el José
Era la última vez que lo iba a escuchar, dejó de correr para ver como llegaba un mastodonte que le golpeó en toda su humanidad, asumiendo un destino, del que no quería formar parte.No sabía que mis piernas fuesen tan rápidas, de hecho, las últimas veces que había corrido no eran ni la mitad de veloces. Es extraño, hasta tengo más peso que esa vez: dos bolsas gigantes con dinero, que, al parecer, más que dificultarme, actuaban como dos turbinas dándome fuerzas. Me seguía un poli, tirando unos balazos al aire ¡Cagarme de miedo quería!, como si a estas alturas fuese mi vida lo más importante.
¡La negra se va a poner contenta! Cuando paseábamos por el centro, siempre me decía lo lindo que sería comer en esos restaurantes donde un tipo de corbata elegante y pelo engominado te llevaba un menú, para después comer un plato que lo iba a recordar toda la vida, ya que, nunca iba a poder cocinar algo tan costoso decía la negra. Acabando de comer, dejaríamos una gran propina por alguien que sólo por tener corbata y hablar refinado se merecía más que otros, tenía que pasarle más al Julio creo, el que me atiende todos los fines de semana en el bar, y somos buenos amigos de cerveza y de pichangas. Pero la negra lo anhelaba, cuantas cosas le he dicho y no le he podido cumplir ninguna, una vez le dije que la iba a llevar al campo para que jugara a mojarse los pies en el río, mientras yo pescaba algo para comer rico en la noche. ¡También te llevaré al campo negra! Iremos con el niño para que te sientas contenta.
El poli parece que anda más rápido, pero es probable que me esté cansando. Tenía un plan en el cual no estaba presupuestado equivocarse. Mi hijo estaría burlándose, siempre ha encontrado el error de otros como divertido. Es un buen cabro si, es inteligente, desde que entró al colegio sus profesores no dejan de felicitar a la negra por la gran labor de madre. Es ella, debo asumir, la que maneja todo. Ahora podrás estudiar hijo mío, siempre has sido bueno para las ciencias, debes serlo, no entiendo nada de lo que dices. Al parecer para la gente de allá arriba si lo es, ¡no quiero que te traten mal hijo mío! Tu madre y yo sabemos que eres más inteligente que todos ellos y te ayudaré que llegues lejos. Siempre vagando de casa en casa, para tener un poco de paz, porque nunca la tuviste aquí, ¡tendrás eso y más! , para que puedas tirarte al pasto, leyendo un libro y mirando las nubes como siempre lo haces.
La noche se volvió amiga, eso pensé. Es más fácil huir cuando los colores se pierden un poco y somos un poco más parecidos a lo lejos. Aún así, el tipo no perdía sus deseos de captura. Tanto así, que sus piernas se hicieron más audaces y estaban a punto de alcanzarme, le divertía, sabía que pudo haberlo terminado hace rato, dándome por la espalda y tirándome al suelo, si debo ser feliz, quieres que me cueste hasta la última gota de sudor, hasta el último aliento de angustia. Quedé ahogado, mis piernas cayeron al suelo, me abandonaron, ahí solo, con mi espíritu a punto de caer en las garras de la legalidad. Sentí como mis manos se juntaban y mi mentón se revolcaba en el cemento y mis ojos quietos observando a la gente, tranquila y sin emitir algún sonido entre ellos. ¡Mirando al frente, siempre digno!, es el único consejo que recordé de los tantos que salían en el programa de ayuda que emiten por la televisión. Donde cada tarde, a esta hora está la negra sirviéndome un té, contenta de que hubiese llegado a casa, con las manos vacías.
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