viernes, 23 de abril de 2010

Poemas y diplomas.

En las paredes ya no cabían poemas ni palabras. Colapsó al momento, cuando se percató de que no había un lugar para expresarse. Tenso, mordió sus uñas y pisó fuertemente alrededor de la habitación en la que llevaba doscientos cinco días y una tarde de agotadora lucha. Imaginó como sería un día sin poder recordarlo y sentía como si ya hubiese perdido la batalla. Abatido, apoyó la cabeza en la puerta para sentir algo de frío, el necesario para abrirla y mentirle a su padre, quien le estrechaba la mano fuertemente en son de aprobación y de lección aprendida. Descompensado, contempló el exterior cuando salía de su hogar. Cogió un taxi que lo dejó en la torre de vidrios, donde sin saludar a nadie, caminó hacia el ascensor que le abrió sus puertas. Entregado, lo dejó en el último piso, donde los poemas y palabras ajenas llenaban las paredes, enmarcadas en madera sólida

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